13 DE ABRIL: Día Internacional del Beso (desde una perspectiva de las personas mayores)
El
beso en la niñez es algo común, nuestros padres y demás familiares nos llenan a
besos cuando somos bebés y niños junto con los mismos y las mofleteadas.
En
la adolescencia es todo un desafío si se trata de alguien con quien coqueteamos
y es la llave que nos conecta con la sexualidad.
Cuando
somos adultos el beso es por excelencia el contacto perfecto con el ser amado,
la pareja ocasional o un/a amante.
El
beso de amor entre dos personas cuando es íntimo, hay un intercambio de fluídos
que seguramente despiertan en nuestra libido un torrente de ferormonas que nos
exita y nos lleva a transitar por caminos a descubrir por vez primera, aunque
nuestra relación sea desde hace tiempo.
Cada
relación y cada beso será único e inigualable; pero hay un beso superior,
superlativo, el beso que encierra todas esas cualidades, en un formato más
tranquilo, más displicente, sin tanta algarabía ni ferormonas y es el beso del
adulto mayor.
Cuando
beso a mi esposa y los dos ya pasamos los sesenta, siento el temblar de mi
sangre, pero sin la ebullición aquella que me llevaba a poseerla, sino más bien
con el deseo de abrazarla, de sentir su piel, de oler su perfume de mujer y
sentirme dichoso en esos brazos.
Besar
a quien envejeció con uno, es sólo el puro sentimiento de aquel corcel esbelto
y brioso, convertido en un monje tibetano, capaz de hacer vibrar a esa mujer
con un chocolate y una flor del jardín.
Quien
tenga la posibilidad de recibir o dar un beso en la mal llamada tercera edad,
podrá decir que se recibió de profesional del beso, del sacerdote del amor y
porqué no de una gran persona cuya mejor virtud haya sido la de esquivar la
discapacidad afectiva, esa pandemia que ataca sin distinción a la raza humana.
BELLÍSIMO!!!! Muy tierno.
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